Ramiro Curieses Ruiz, Presidente de la Liga Palentina de la Educación-LECCP.
Publicado en CARRIÓN el 19.12.13
He madrugado como de costumbre y la primera noticia que leo en prensa es el fallecimiento de Nelson Mandela precisamente el día en que celebramos el trigésimo quinto aniversario de nuestra Carta Magna. Un sentimiento de desamparo y tristeza me ha invadido ya que hablamos de la muerte de una de las personas que más ha hecho en defensa de los Derechos Humanos durante el último siglo. En una época en la que los dirigentes políticos tratan de convencernos de sus decisiones con soflamas teóricas, este mandatario se ha distinguido por su discurso práctico, es decir, vivir un modelo que muestra coherencia entre lo que se piensa y se hace en la realidad cotidiana. Mandela bien merece un homenaje, seguramente lo tendrá, y a ello me disponía cuando unos gritos han desviado mi atención y me han atrapado nerviosamente.
Son las seis y media de la mañana y una pareja muy joven está teniendo una fuerte discusión en plena Calle Mayor. Me habías prometido que ibas a cambiar, -ha exclamado ella como si la transformación de él fuera responsabilidad suya. El chico interpretaba esto como una prueba de amor: (como me quiere tanto no desea que me meta nada en el cuerpo) y ha contestado: sólo ha sido un poquito. -Además, ya sabes que no soporto que te juntes a ellos. A medida que se suceden los acontecimientos y la escalada verbal va en aumento, recapacito en lo importante que sería para esta joven romper esa creencia tan perversa de que el amor lo salva todo, ya que a ella la convierte en responsable del cuidado de él y a él en dependiente de que le cuiden. Por la discusión comprendo que esta chica ve en el chico muchas cosas que no le gustan, pero cree que con el tiempo podrá cambiarlas ya que el amor es capaz de todo.
La bronca ha sido tan fuerte que, durante algún tiempo me he temido lo peor. El trato vejatorio especialmente de él hacia ella ha sido tan vergonzoso y lleno de desprecios: “no vales nada”, “intimidaciones”, “insultos”, “empujones” “romperla el bolso”, etc. que me ha hecho cambiar el desarrollo del artículo que tenía en mente para rendir homenaje a Mandela. Felizmente todo ha terminado. Un taxista ha sido un aliado oportuno de esta víctima de violencia de género. Él ha terminado con una amenaza peligrosa y tremenda: “te vas a enterar zorra”.
Este hecho me ha hecho pensar en la importancia que tiene la educación en los procesos de construcción de las personas, en lo fundamental que es enseñar en valores de igualdad, tolerancia y respeto, en lo poco serio que me parece que la nueva Ley de Educación de Wert destierre del curriculum la asignatura de Educación para la Ciudadanía y haga invisibles los Derechos Humanos, en que no aparezca la palabra educación emocional en todo su articulado, pero especialmente he meditado sobre cómo y para qué educamos.
Hablar en serio de Educación es hablar de civismo, de solidaridad, convivencia ética, afectividad y corresponsabilidad, del cuidado de las personas, de derechos y deberes en definitiva. La excelencia educativa no es obtener una puntuación determinada en el informe PISA, (mide a las personas para ver si dan o no la talla en cuanto a lo que saben hacer con lo aprendido en matemáticas, ciencias y comprensión lectora) para mi la excelencia en educación es aspirar a ser como el señor Mandela, personas con dignidad, libres, íntegras, respetuosas, compasivas, críticas con las imposiciones, soñadoras con un mundo más justo, libre y pacífico.
He reflexionado para qué educamos en la etapa obligatoria, en la importancia que otorgamos a lo puramente académico sobre lo que es realmente vital. La educación en valores de forma transversal está fracasando estrepitosamente. Seguimos construyendo alumnos y dejamos escapar a personas, continuamos dando más importancia a los “sememas y a la descomposición polinómica” que a la educación para la convivencia y a la identidad personal. Los contenidos nos apabullan, nos coartan y nos impiden separar lo importante de lo fundamental. He unido este pensamiento a la forma en la que los alumnos incorporan a su vida los contenidos escolares. Recuerdo cómo un alumno de 2º de ESO me contestó en un examen de Sociales a la pregunta: Razones por las que los castellanos se sublevaron contra las políticas de Carlos V. “Carlos V estaba todo el día de fiesta” y ante la demanda de explicaciones me aclaró que en los apuntes el había anotado que este rey vino acompañado de flamencos. Lógicamente los flamencos para él eran otra cosa bien distinta que los habitantes de Flandes; quizás a esta pareja le hayamos hablado mil veces de protección, coeducación, violencia de género, respeto, mentalidad machista, de sexismo, etc. pero siempre más desde los discursos que desde las prácticas. Posiblemente hayan incorporado estos conceptos como mi alumno. No nos preguntamos cómo los estudiantes integran los conocimientos que les impartimos porque educamos desde un modelo que no mostramos, que no vivimos, siendo ésta una de las razones de la involución social que se está produciendo en nuestras comunidades.
Señor Mandela, qué coherencia tan necesaria entre lo que pensabas y hacías, nadie supo soñar sin miedo como tú. Nadie hizo tanto por dejar un mundo más justo, más libre, pacífico y más humanizante. Por eso, te pido perdón, porque este artículo debería haber sido un homenaje a tu memoria, dignidad y a tu alegría