Este blog pretende ser un lugar de encuentro y consulta complementario de la "Escuela de Familias" puesta en marcha por la Liga Palentina de la Educación, con la colaboración de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Palencia (FAPA-Palencia).
En el mismo se podrán seguir las actividades que la Escuela vaya programando en los distintos centros públicos de la capital y provincia, así como debatir y consultar sobre los temas que en las distintas sesiones de trabajo se traten.
Igualmente se podrán realizar consultas sobre la problemática que presentan nuestros hijos en las distintas edades por las que pasan durante su periodo formativo.
Si eres poco experto en esto de los blogs, lee en la columna de la derecha el apartado "Si entras por primera vez ...."; te puede ser útil.


miércoles, 16 de mayo de 2012

Últimas sesiones de la Escuela de Familias

Durante este mes de mayo y principios de junio, la ESCUELA DE FAMILIAS de la Liga Palentina de la Educación está celebrando sus últimas sesiones en distintos centros de la capital y provincia.

El día 15 de mayo se celebraron dos sesiones de la misma en los centros de la capital palentina IES "Alonso Berruguete" y CEIP "Modesto Lafuente".

En el instituto Alonso Berruguete, Sergio Llanos, educador social del CEJOS de Palencia, mantuvo un diálogo con los padres y madres asistentes al acto sobre el ocio de nuestros adolescentes en la actualidad y los miedos que ante el mismo presentan algunos padres.

En el centro de primaria, Juan Ramón Lagunilla, secretario de la Liga Palentina, habló sobre las dudas e inquietudes que los anunciados recortes en la educación pública están despertando en los padres y madres de nuestros alumnos.

En el IES Alonso Berruguete se celebrarán otras tres sesiones más de la Escuela de Familias. El miércoles 23, con Amador Aparicio, que hablará sobre las nuevas tecnologías y sus riesgos; el martes día 29, Félix Gómez, tesorero dela Liga Palentina que tratará el tema de la optatividad en ESO y el acceso a la universidad; y Ramiro Curieses, presidente de la Liga Palentina, que cerrará este curso el día 5 de junio, hablando sobre las pautas para ser buenos padres.

En la provincia, en concreto en el CEIP "Nuestra Señora de la Piedad" de Herrera de Pisuerga, Juan Ramón Lagunilla hablará sobre la transición de primaria a secundaria, el viernes día 18 de mayo.

Además de estos actos, en el CEIP "Marqués de Santillana" de Palencia se celebrará el próximo martes día 29 a las 17:00 horas una sesión en la que participará también Ramiro Curieses, que hablará sobre "Límites y normas".

martes, 15 de mayo de 2012

Las cosas de Dª Margarita

Quizás una de las experiencias más desagradables que como maestros vivimos, es sentir cómo nuestros alumnos pierden el interés por aquello que tratamos de enseñar, o dicho de otro modo, que no les interese para nada aprender. Algunos alumnos, muy pocos en la adolescencia, parecen entusiasmarse de forma natural por el estudio, pero muchos necesitan o esperan que sus profesores les estimulen. Hay psicólogos y pedagogos que afirman que el aprendizaje eficaz en el aula depende en gran medida de la habilidad del maestro para mantener el interés de los alumnos. De hecho, cualquier nivel inicial de motivación que los estudiantes tengan antes de entrar en clase será transformado favorable o desfavorablemente dependiendo de lo que ocurra en el aula.

El mes pasado asistí a un intercambio de prácticas educativas en Sevilla y conocí a Dª Margarita, maestra con experiencia de seis lustros. Afirmaba que lleva toda la vida enseñando de la misma forma y que ahora los niños ya no aprenden, cosa que en el pasado sí ocurría. (Quizás sea conveniente cambiar la forma de enseñar para que el aprendizaje se produzca). Explicaba esta buena mujer que el libro de texto para ella era sagrado y que consideraba obligatorio terminarlo antes del final de curso ya que para eso se compraba y las familias lo pagaban. Así se concibe al conocimiento como algo limitado y fijo, al mismo tiempo que se dificulta a los alumnos a buscar información en otro tipo de fuentes y a valorarlas de forma eficaz. Sinceramente pienso que una clase en la que únicamente utilizamos el libro de texto y materiales auxiliares del mismo, además de convertirse en algo poco ameno es una forma muy eficaz de matar la motivación de los alumnos.
Hay modos negativos de enseñar que matan la motivación de los alumnos; estas formas están bastante generalizadas en el mundo de la educación bajo el principio de que las cosas siempre han sido así. Algunas de ellas son: dar el contenido de forma muy sencilla, de tal forma que convirtamos el aprendizaje en un reto poco interesante, o al contrario, impartir docencia de forma magistral de forma que no nos siga nadie, enseñar contenidos alejados de los intereses y poco funcionales, hacer trabajos de copia-pega, etc. Pero quizás la forma más cruel de matar la motivación tenga que ver con la manera de examinar a los alumnos, de evaluarlos. Es muy importante que el alumno apruebe el examen, es suficiente con que recuerde una información más o menos significativa en un tiempo suficiente récord, aproximadamente una hora; posteriormente poco importa si esta información es olvidada o es relacionada con otro tipo de conocimientos. Si lo significativo de la enseñanza es que aprendan a pensar, quizás debiéramos plantearnos si esta forma de evaluar ayuda a ello, o al contrario, facilita el vómito de la información con el único fin de aprobar. Personalmente creo que es una forma muy pobre de medir aprendizajes, y lo que es peor, estamos dando más importancia al aprobado que al aprendizaje en si.
Dª Margarita argumentaba que toda la vida había habido exámenes y que las cosas siempre se han hecho así. Fue entonces cuando le comenté aquella experiencia que realizó un grupo de científicos con unos monos.
Estos introdujeron cinco monos en una jaula, en cuyo centro colocaron una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos. Cuando un mono subía a la escalera para coger las bananas, los experimentadores lanzaban un chorro de agua muy fría sobre los que se quedaban en el suelo. Después de repetir varias veces este proceso, cuando un mono iba a subir la escalera, los otros lo agarraban y lo detenían a palos.
Pasado algún tiempo, ningún mono subía a la escalera, a pesar de la tentación de los plátanos. Entonces, estos acreditados profesionales, sustituyeron uno de los monos. La primera cosa que hizo el nuevo mono fue subir la escalera, siendo rápidamente bajado por los otros monos, quienes le pegaban y le zarandeaban para que desistiese en su actitud. Después de algunas palizas, el nuevo integrante del grupo dejaba de subir por la escalera. Lo curioso es que los científicos ya no lanzaban el chorro de agua muy fría sobre los monos que no subían a la escalera.
Un segundo mono fue sustituido, y ocurrió lo mismo. El primer sustituto fue el que más participó y mayor entusiasmo puso en la paliza al novato. A continuación un tercer mono fue cambiado, y se repitió todo el proceso. El cuarto y, finalmente el último de los veteranos fue sustituido. Los científicos quedaron con un grupo de cinco monos que, aún cuando nunca recibieron un baño de agua fría, continuaban golpeando a aquel que intentase llegar a las bananas. Si hubiera sido posible preguntar a algunos de esos monos por qué le pegaban a quien intentaba subir a la escalera, con certeza la respuesta sería: “no sé, las cosas siempre se han hecho así…”

La respuesta de Dª Margarita no se hizo esperar y expresó que esa experiencia es una patochada sin sentido para el mundo educativo y que los científicos y los monos no saben lo que es una escuela. Fue entonces cuando me acordé de Einstein y su célebre frase: “es más fácil desintegrar un átomo que cambiar una actitud en una persona”. En fin, “las cosas de Dª Margarita”.

Ramiro Curieses Ruiz. Publicado en el preiódico CARRIÓN

miércoles, 2 de mayo de 2012

Papá, ¡estoy muy triste!

Publicado por Ramiro Curieses Ruiz, Presidente de la Liga Palentina de la Educación, en el periódico CARRIÓN. 02/05/2012

Palencia se despertó el pasado miércoles dieciocho de abril conmocionada por la muerte de Juan Delgado en su condición de hijo, hermano, amigo y alumno del instituto Alonso Berruguete. Juan tenía dieciocho años. Una noticia así hace que se tambalee todo nuestro “edificio emocional”, que sintamos profunda e íntimamente dolor y pena. “La pena tizna cuando estalla” escribió Miguel Hernández en un poema precioso titulado “Umbrío por la pena” La pena y el dolor estalló en la ciudad como pocas veces he vivido y conocido. La muerte es una realidad cuanto menos inquietante, que pasamos toda la vida tratando de mantener a raya, pero ese día, nos traspasó a todos.


Abordar la muerte de un ser querido, ponerle palabras a este suceso no resulta nada fácil y menos aún si se trata de comunicárselo a los más pequeños. Sin embargo, la muerte es un hecho inevitable de la vida, es decir, todos los seres humanos hemos de enfrentarnos a ella, por ello es importante educar a nuestros pequeños de tal forma que les ayudemos a afrontar esta realidad de la mejor forma posible. Esconder, silenciar, o dar respuestas erróneas sobre lo que sucede a nuestro alrededor hará que la experiencia de la muerte, además de resultar sumamente dolorosa, pueda convertirse en algo patológico.

Los niños acusan la muerte de sus seres queridos, sienten y se preguntan muchas cosas. Sus temores, sus dudas, sus interrogaciones y especialmente su dolor y tristeza tienen que ser escuchados y comprendidos. Lo habitual es que como padres nos hagamos este tipo de preguntas: ¿cómo le explicamos a un niño lo que ha sucedido?, ¿los niños entienden lo que es la muerte?, ¿es mejor decírselo o no?, ¿qué tenemos que responder si nos preguntan?, ¿los niños también hacen duelo? ¿es aconsejable que nos vean tristes?, etc.

Hoy en día, en nuestra sociedad occidental, hablar de la muerte a los niños es casi “de mal gusto”. Evitamos de muchas formas y por todos los medios mirar de frente a este hecho natural de la vida. Se tapa, se oculta y se aleja, como si morir fuera en realidad una equivocación o un error que no tiene por qué pasar. Incluso la palabra “muerte” o “morir” nos incomoda y por eso usamos eufemismos: “se ha ido a un largo viaje”, “ahora está en otro lugar”, “descansa en paz”. Excluimos a la muerte de la vida y, con ella, también la experiencia del que está en duelo. Distanciamos la muerte porque a todos los seres humanos nos inquieta y nos angustia enfrentarnos a ella.

Recuerdo siendo niño cómo la muerte formaba parte de la vida cotidiana de las personas. Se moría en casa, rodeado de toda la familia, adultos y niños. Todos veíamos lo que había pasado, todos comprobábamos el hecho natural de morir, con dolor, con aflicción, con desconsuelo o con tranquilidad, pero el hecho mismo de morir se hacía presente y el dolor por la muerte era compartido y acogido por todos, adultos y niños. ¿De verdad apartando a los niños, intentando que no sepan o no vean, dejan de sufrir?

¿Estamos seguros de que protegemos a nuestros hijos apartándolos de esta realidad?

Los papás nos angustiamos mucho cuando vemos a los hijos enfrentarse a la idea de la muerte y tratamos rápidamente de atenuar sus efectos. Por su parte, los niños, al percibir nuestra angustia, se dan cuenta de que es mejor no preguntar, lo que no significa que su deseo de saber quede calmado, sino todo lo contrario: su inquietud puede aumentar al ver la incomodidad e intranquilidad que sus preguntas generan en el adulto: “Si a papá no le gusta que le pregunte estas cosas, debe de ser porque es algo horrible, muy feo y debe de estar muy mal hecho”. En ocasiones tenemos esta clase de conversaciones con nuestros hijos: – “Mamá, en el colegio nos ha dicho la maestra que el papá de Raúl está muy malito, ¿se va a morir?”.

- “Pero, ¿por qué te dice esas cosas? No te preocupes, que ya hablaré yo con tu maestra, vete a jugar”. “Bueno, hijo, no te intranquilices que eso no va a ocurrir”. – “Ahora no pienses en eso, todavía eres muy pequeño” -¿Y tú mamá, te vas a morir? -”Mamá no se morirá nunca”. Responder así es alimentar una negación que en un inicio parece que consuela al hijo, pero que en realidad es insostenible. El niño es posible que alimente fantasías del tipo: “Mi mamá nunca va a morir, porque yo voy a ser siempre un niño muy bueno”.

Papá,- ¡estoy muy triste! porque mamá ha muerto- decía un niño de seis años mientras escuchaba un cuento que su papá le contaba por la noche. Su padre intentaba tranquilizarle permitiéndole que hablara del hecho. Esta conversación sabía que era necesaria y que le haría muy bien. También al padre le ayudaba. – “Papá, si mamá ya no me ve y yo tampoco a ella, ¿mamá no es nada, no existe?” – “No, hijo, mamá es muchas cosas, es todos los recuerdos que tenemos de ella, es todo lo que hemos compartido y todo lo que nos ha querido y enseñado. En mis recuerdos la veo viva, como siempre”. – “Pero ella no está viva, se ha muerto, su cuerpo ya no está y ella tampoco”. –“No, no está viva, pero está en todos los recuerdos que tengo de ella. A mí me ayuda pensar que está en mi corazón”. – “Ella me cantaba antes de dormir”. -”Sí, a eso me refiero, hijo, ese es un recuerdo de mamá que puedes tener siempre contigo”.

Cuando las personas morimos, empezamos a vivir en el recuerdo de los que nos han querido, y así es como tenemos que hacérselo entender a los niños.