"Es cierto que el sentimiento general sobre la educación es más negativo que positivo. Es verdad que sobre enseñanza se habla mucho, pero también es cierto que la mayoría de las veces con poco rigor y demasiada rigidez en los planteamientos que se defienden. Lo incuestionable es que no sabemos muy bien lo que está pasando, pero lo que sí sabemos es que a la gran mayoría no nos gusta lo que ocurre.
El pasado miércoles estaba en la Isla dos Aguas leyendo un libro sobre el pesimismo en educación. No os lo recomiendo, ya que aporta una visión catastrófica de la misma sin plantear alternativas eficaces, como ocurre con demasiada frecuencia en el campo pedagógico.
Se me acercó una persona mayor y después de conversar con él sobre temas apasionantes de la vida en general, hablamos como no podía ser de otra forma, del estado de la sociedad en cuanto a educación se refiere. Os anticipo que nunca hasta ahora una persona me ha enseñado tanto como ese abuelo de aproximadamente setenta y cinco años. Su cara, pero sobre todo sus ojos, mostraban una gran viveza y locuacidad. Fui yo quién le dije:
- Si yo le hiciera la siguiente pregunta: ¿es necesario un gran pacto por la Educación? Usted, porque yo trato de usted a las personas mayores, o la gran mayoría diría que sí. Si a continuación le preguntara: ¿cree que nuestro sistema educativo debe mejorar? , también, como la gran mayoría, me contestaría que sí. Ahora bien, si yo le preguntara ¿en qué dirección debemos cambiar?, ¿qué medidas concretas debemos introducir para mejorar el éxito escolar de los alumnos?, ¿qué tipo de ciudadanos queremos formar para el futuro?, ¿son bajos o altos los niveles educativos de nuestros escolares?, ¿es la indisciplina el mayor problema que tiene la educación en estos momentos?, ¿qué debemos hacer con los alumnos fracasados?, ¿deben los alumnos estar escolarizados obligatoriamente hasta los dieciocho años?, ¿es adecuada la formación de los profesores? ¿y el sistema de selección de los mismos? etc., las respuestas seguro que ya no caminarían en la misma dirección, y lo que era más o menos unanimidad se vuelve desacuerdo y desavenencia. ¿Por qué cree usted que ocurre esto?
El abuelo, que por cierto había sido docente durante más de cuarenta años en la escuela pública, me contestó sin vacilar:
- Las reflexiones que hacemos de la escuela como un servicio público, el concebir la educación como un instrumento de promoción personal y social, la consideración que se tiene y se hace de la influencia del contexto social y familiar en la vida de las personas y la concepción que tenemos de la equidad en el sistema educativo estarían en las bases de los desacuerdos en la contestación de las preguntas anteriores.
Me dí cuenta enseguida, que la conversación con esta persona me iba a resultar más interesante que el libro que estaba leyendo. A las personas hay que darles la importancia que se merecen. A continuación le pregunté:
- ¿Debemos tratar de conseguir éxito educativo para todos los alumnos en la educación obligatoria?
El maestro, porque él había sido maestro y se seguía considerando así, me argumentó:
- El nivel de exigencia de nuestro sistema educativo para alcanzar los objetivos de la ESO es elevado, en contra de lo que piensa una gran mayoría de los profesionales de la educación, ya que el alumnado que no repite curso obtiene resultados superiores al de otros países avanzados. Castilla y león estaría entre los mejores del mundo si fuéramos un país, aunque los niveles de fracaso también son de los más altos del mundo.
Hay una gran cantidad de profesores que preferirían que todos sus alumnos fuesen disciplinados y con gran interés en ser catedráticos de universidad, y esto ya debiera ocurrir, según ellos, con catorce y quince años. Si el fracaso escolar ronda el 22%, tan fácil no será aprobar. ¿Los niveles están bajando?, ¿se exige menos que en otras épocas? La respuesta es que no es tan fácil medir el nivel educativo. Es fácil medir el nivel educativo en una materia, pero el curriculum ha cambiado mucho en los últimos veinte años. Hoy se estudian menos horas de matemáticas que hace veinte años.
Realmente estaba muy bien enterado,–me dije– Le había escuchado con mucha atención y esto le agradaba. Se le veía a gusto disertando sobre este tema. Jamás imaginé que leyendo un libro que analizaba nuestro sistema educativo pudiera encontrarme con una persona tan bien informada. El maestro con tono cada vez más seguro y convincente siguió diciéndome:
Imaginase, él también me trataba de usted, un pueblo que tiene tres chavales. Dos están escolarizados y uno no. Los escolarizados tienen niveles de 10 y de 5, por lo que la media de la escuela es de 7,5. El que no asiste a la escuela tiene nivel 0, y el nivel educativo de los tres chicos es de 5. Imaginemos ahora, que éste sí asiste a la escuela, y mejora un poco su nivel educativo, supongamos que hasta 3. En este caso la media de la escuela y de los chicos es la misma, 6, empeora la escuela, pero mejoran los jóvenes.
Nunca nadie me había explicado con tanta claridad lo que ha pasado en nuestro sistema educativo con la extensión de la escolaridad hasta los dieciséis años. ¡Qué gran maestro ha tenido que ser! Pensé. El abuelo maestro que se iba encontrando más satisfecho en la conversación, porque eso se nota fácilmente, siguió diciéndome:
- Algunos datos que debiéramos tener en cuenta para establecer valoraciones de nuestro sistema educativo serían: el gasto en educación, que pasó del 3% al 4,9 en 20 años. La tasa de matriculación pasó del 80% a los 14 años, al 100% a los 16 años. Casi el 100% de 3 a 6 años. De 140.000 becarios hemos pasado a 620.000. De 2,5 millones de analfabetos hemos pasado a medio millón, y de medio millón de universitarios hemos pasado a 5 millones en la actualidad. La posibilidad de que el hijo de un obrero haga estudios post obligatorios ha aumentado casi un 40%. La tasa de fracaso escolar ha pasado de un 35% a un 30% y eso que ahora la escolaridad dura 13 años. Somos uno de los países que más ha mejorado junto Corea y Grecia. El impacto de la ciencia española en el mundo es mucho mayor ahora, nuestros licenciados tienen buen prestigio en Europa y somos uno de los países más receptores de Erasmus. Los jóvenes son el colectivo que más lee y nunca habíamos viajado tanto como ahora. Nuestros alumnos puntúan cada vez más alto en los test de inteligencia. ¿Te parecen datos suficientes como para no ser tan catastrofista en educación? Terminó diciéndome el maestro.
Me hubiera quedado con esta persona toda la noche hablando, toda la vida, pero sus obligaciones con el horario de su residencia se lo impedían. Le acompañé hasta su habitación y le abracé. Él, agradecido, sonrió y me dijo:
- Debemos ser optimistas en educación, debiéramos ser militantes del optimismo. Un país que no cree en sus jóvenes está condenado al fracaso social. ¿Es eso lo que deseamos?
Hacía mucho tiempo que una persona no me había dado tantos argumentos para reflexionar de una forma más rigurosa sobre la educación del siglo XXI."
El pasado miércoles estaba en la Isla dos Aguas leyendo un libro sobre el pesimismo en educación. No os lo recomiendo, ya que aporta una visión catastrófica de la misma sin plantear alternativas eficaces, como ocurre con demasiada frecuencia en el campo pedagógico.
Se me acercó una persona mayor y después de conversar con él sobre temas apasionantes de la vida en general, hablamos como no podía ser de otra forma, del estado de la sociedad en cuanto a educación se refiere. Os anticipo que nunca hasta ahora una persona me ha enseñado tanto como ese abuelo de aproximadamente setenta y cinco años. Su cara, pero sobre todo sus ojos, mostraban una gran viveza y locuacidad. Fui yo quién le dije:
- Si yo le hiciera la siguiente pregunta: ¿es necesario un gran pacto por la Educación? Usted, porque yo trato de usted a las personas mayores, o la gran mayoría diría que sí. Si a continuación le preguntara: ¿cree que nuestro sistema educativo debe mejorar? , también, como la gran mayoría, me contestaría que sí. Ahora bien, si yo le preguntara ¿en qué dirección debemos cambiar?, ¿qué medidas concretas debemos introducir para mejorar el éxito escolar de los alumnos?, ¿qué tipo de ciudadanos queremos formar para el futuro?, ¿son bajos o altos los niveles educativos de nuestros escolares?, ¿es la indisciplina el mayor problema que tiene la educación en estos momentos?, ¿qué debemos hacer con los alumnos fracasados?, ¿deben los alumnos estar escolarizados obligatoriamente hasta los dieciocho años?, ¿es adecuada la formación de los profesores? ¿y el sistema de selección de los mismos? etc., las respuestas seguro que ya no caminarían en la misma dirección, y lo que era más o menos unanimidad se vuelve desacuerdo y desavenencia. ¿Por qué cree usted que ocurre esto?
El abuelo, que por cierto había sido docente durante más de cuarenta años en la escuela pública, me contestó sin vacilar:
- Las reflexiones que hacemos de la escuela como un servicio público, el concebir la educación como un instrumento de promoción personal y social, la consideración que se tiene y se hace de la influencia del contexto social y familiar en la vida de las personas y la concepción que tenemos de la equidad en el sistema educativo estarían en las bases de los desacuerdos en la contestación de las preguntas anteriores.
Me dí cuenta enseguida, que la conversación con esta persona me iba a resultar más interesante que el libro que estaba leyendo. A las personas hay que darles la importancia que se merecen. A continuación le pregunté:
- ¿Debemos tratar de conseguir éxito educativo para todos los alumnos en la educación obligatoria?
El maestro, porque él había sido maestro y se seguía considerando así, me argumentó:
- El nivel de exigencia de nuestro sistema educativo para alcanzar los objetivos de la ESO es elevado, en contra de lo que piensa una gran mayoría de los profesionales de la educación, ya que el alumnado que no repite curso obtiene resultados superiores al de otros países avanzados. Castilla y león estaría entre los mejores del mundo si fuéramos un país, aunque los niveles de fracaso también son de los más altos del mundo.
Hay una gran cantidad de profesores que preferirían que todos sus alumnos fuesen disciplinados y con gran interés en ser catedráticos de universidad, y esto ya debiera ocurrir, según ellos, con catorce y quince años. Si el fracaso escolar ronda el 22%, tan fácil no será aprobar. ¿Los niveles están bajando?, ¿se exige menos que en otras épocas? La respuesta es que no es tan fácil medir el nivel educativo. Es fácil medir el nivel educativo en una materia, pero el curriculum ha cambiado mucho en los últimos veinte años. Hoy se estudian menos horas de matemáticas que hace veinte años.
Realmente estaba muy bien enterado,–me dije– Le había escuchado con mucha atención y esto le agradaba. Se le veía a gusto disertando sobre este tema. Jamás imaginé que leyendo un libro que analizaba nuestro sistema educativo pudiera encontrarme con una persona tan bien informada. El maestro con tono cada vez más seguro y convincente siguió diciéndome:
Imaginase, él también me trataba de usted, un pueblo que tiene tres chavales. Dos están escolarizados y uno no. Los escolarizados tienen niveles de 10 y de 5, por lo que la media de la escuela es de 7,5. El que no asiste a la escuela tiene nivel 0, y el nivel educativo de los tres chicos es de 5. Imaginemos ahora, que éste sí asiste a la escuela, y mejora un poco su nivel educativo, supongamos que hasta 3. En este caso la media de la escuela y de los chicos es la misma, 6, empeora la escuela, pero mejoran los jóvenes.
Nunca nadie me había explicado con tanta claridad lo que ha pasado en nuestro sistema educativo con la extensión de la escolaridad hasta los dieciséis años. ¡Qué gran maestro ha tenido que ser! Pensé. El abuelo maestro que se iba encontrando más satisfecho en la conversación, porque eso se nota fácilmente, siguió diciéndome:
- Algunos datos que debiéramos tener en cuenta para establecer valoraciones de nuestro sistema educativo serían: el gasto en educación, que pasó del 3% al 4,9 en 20 años. La tasa de matriculación pasó del 80% a los 14 años, al 100% a los 16 años. Casi el 100% de 3 a 6 años. De 140.000 becarios hemos pasado a 620.000. De 2,5 millones de analfabetos hemos pasado a medio millón, y de medio millón de universitarios hemos pasado a 5 millones en la actualidad. La posibilidad de que el hijo de un obrero haga estudios post obligatorios ha aumentado casi un 40%. La tasa de fracaso escolar ha pasado de un 35% a un 30% y eso que ahora la escolaridad dura 13 años. Somos uno de los países que más ha mejorado junto Corea y Grecia. El impacto de la ciencia española en el mundo es mucho mayor ahora, nuestros licenciados tienen buen prestigio en Europa y somos uno de los países más receptores de Erasmus. Los jóvenes son el colectivo que más lee y nunca habíamos viajado tanto como ahora. Nuestros alumnos puntúan cada vez más alto en los test de inteligencia. ¿Te parecen datos suficientes como para no ser tan catastrofista en educación? Terminó diciéndome el maestro.
Me hubiera quedado con esta persona toda la noche hablando, toda la vida, pero sus obligaciones con el horario de su residencia se lo impedían. Le acompañé hasta su habitación y le abracé. Él, agradecido, sonrió y me dijo:
- Debemos ser optimistas en educación, debiéramos ser militantes del optimismo. Un país que no cree en sus jóvenes está condenado al fracaso social. ¿Es eso lo que deseamos?
Hacía mucho tiempo que una persona no me había dado tantos argumentos para reflexionar de una forma más rigurosa sobre la educación del siglo XXI."