Este blog pretende ser un lugar de encuentro y consulta complementario de la "Escuela de Familias" puesta en marcha por la Liga Palentina de la Educación, con la colaboración de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Palencia (FAPA-Palencia).
En el mismo se podrán seguir las actividades que la Escuela vaya programando en los distintos centros públicos de la capital y provincia, así como debatir y consultar sobre los temas que en las distintas sesiones de trabajo se traten.
Igualmente se podrán realizar consultas sobre la problemática que presentan nuestros hijos en las distintas edades por las que pasan durante su periodo formativo.
Si eres poco experto en esto de los blogs, lee en la columna de la derecha el apartado "Si entras por primera vez ...."; te puede ser útil.


lunes, 4 de octubre de 2010

Enseñar o aprender o viceversa

El Presidente de la Liga Palentina de la Educación, Ramiro Curieses, publica en el periódico quincenal carrión, una interesante reflexión sobre la educación, que transcribo literalmente:

Enseñar o aprender o viciversa

Soy maestro, docente, y tengo una aspiración muy noble en la tarea educativa: que todos mis alumnos aprendan. Aprender y enseñar son dos fenómenos que agrupan experiencias individuales y colectivas y que dan lugar a dos tipos de crecimiento; uno en la persona que enseña y otro, en el que aprende. La especie humana se caracteriza por estar movida por el deseo de aprender, de asimilar, de integrar la cultura que nos ha precedido. Es específico de la naturaleza humana. El aprendizaje satisface nuestros deseos más humanos. Es algo inherente a la especie.
Trazado así el argumento y dado que uno inevitablemente anda siempre comparando el funcionamiento de los servicios públicos del estado con el objetivo de aprender lo mejor de ellos, cae en la tentación de figurarse situaciones y proyectar sobre ellas mecanismos de aprendizaje básicos para toda la población. Imaginemos que una dolencia física nos lleva al ingreso hospitalario durante algún tiempo. Durante ese periodo un grupo de doctores nos atiende en el complejo hospitalario. El trabajo en equipo, las pruebas diagnósticas, el tratamiento inicial, los controles casi diarios del funcionamiento de los órganos diana, la toma de temperatura, es decir, toda una metodología de trabajo al servicio del paciente. El tiempo transcurre y la dolencia, a pesar del ímprobo trabajo del personal sanitario, no solamente no mejora, sino que se hace cada vez más aguda y el daño colateral psicológico empieza a mermar otras capacidades y emociones de forma sutil.
El equipo de facultativos insiste en nuevas pruebas, impone un tratamiento farmacológico más agresivo, pero al final concluye que el origen de la dolencia es idiopático y que se ha hecho todo lo que se ha podido. Transcurrido un tiempo, aquel mal me ha impedido que yo llevara una vida normal, tratando de desarrollar al máximo mis posibilidades y cualidades físicas.
Para algunos lectores el equipo médico ha hecho todo lo que debía, para otros su trabajo ha resultado ineficaz del todo. La cuestión que me planteo tiene que ver con la finalidad educativa del trabajo que acometemos los docentes, con el para qué de nuestra tarea. El objetivo del equipo médico debiera ser acabar con la dolencia del paciente, conociendo sus causas e intervenir sobre ellas. De poco me sirve que sea un grupo de profesionales capacitados, conocedores de técnicas y procedimientos modernos, si después de todo ello no me curan, o al menos reducen las consecuencias de la enfermedad. Los médicos debieran curar, siempre y cuando la naturaleza de los males sea reparable. Eso es lo que la sociedad exige.
Si trasladamos la situación al escenario educativo, me llevaría a decir que a los maestros, a los profesores, se nos debiera exigir que nuestros alumnos aprendan, y no conformarnos con desarrollar estrategias de enseñanza. De poco sirve, salvo para tupir el almacén de ego, tener muchos conocimientos, haber desarrollado una gran capacidad intelectual, si ésta no se pone al servicio del que aprende. El buen docente no es el que enseña mucho, sino el que hace aprender considerablemente a los educandos. Si el centro de gravedad en educación estuviera situado en los aprendizajes, no tengo ninguna duda que haría progresar mucho más a los principios y estrategias de enseñanza, y que éstos estarían al servicio de quien es realmente importante en este proceso, que no es otro que la persona que se educa.
Planteada así la cuestión central del artículo, me posibilita esclarecer algunos mecanismos perversos de nuestro sistema educativo y que están muy centrados en considerar a la enseñanza y a quien enseña como el eje principal de la educación. Así la transición de primaria a secundaria tiene que ver con este planteamiento; sino, no es concebible cómo se puede pasar de tener un maestro de referencia hasta junio, para “beneficiarse” de diez enseñantes, cada uno con su referencia, en un lapso de tiempo de dos meses. Es el triple salto mortal sin red. Sólo la concepción de un sistema pensado en la enseñanza y en los docentes comete esta disfuncionalidad de consecuencias graves en casos de “dolencia” discente.
La repetición de curso sería una segunda cuestión que tiene mucho que ver con este planteamiento centrado en la enseñanza. La repetición es considerada ineficaz para un gran número de alumnos. Al menos así lo reflejan las estadísticas oficiales, solamente en un veinticinco por ciento es útil al alumnado. ¿Por qué se insiste en ella? Quizás para silenciar otras alternativas más impopulares, como podría ser el de aumentar una hora lectiva a estos alumnos para adquirir aquello que no pudieron o quisieron hacer durante el curso pasado y permitirles la promoción en lo que sí lograron. Recordamos que se repite por no aprender un número determinado de conocimientos, no todos los conocimientos.
El pesimismo que se tiene desde el punto de vista del enseñante, la consideración y la valoración que hacemos de nuestros jóvenes tiene mucho que ver con la tesis que mantengo; siendo ésta la tercera razón que quiero recoger. Creemos que esta generación de adolescentes es la peor históricamente habida, que los niveles de enseñanza jamás estuvieron tan bajos, y que los desencuentros en la escuela actual entre maestros y alumnos nunca fueron tan severos. Quizás convenga recordar lo que algunos autores han manifestado al respecto: “Y así, según mi opinión, la juventud, en las escuelas, se vuelve tonta de remate por no ver ni oír en las aulas nada de lo que es realmente la vida.(…) En el fondo, los maestros no tienen la menor culpa, ellos se ven en la necesidad de ponerse a tono con los insensatos”. Claro, que sería conveniente aclarar que tal cita pertenece a Petronio, en su obra El satiricón, obra que fue escrita en el siglo II d.c.
Enseñar posiblemente sea una experiencia creativa, donde cada día es diferente al anterior, donde debiera resultar bastante difícil aburrirse, pero aprender es la experiencia humana por excelencia. Yo por eso enseño, porque al enseñar aprendo.

Ramiro Curieses Ruiz es presidente de la Liga Palentina de la Educación y la Cultura Popular y Director del Instituto Canal de Castilla de Villamuriel de Cerrato

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