Este blog pretende ser un lugar de encuentro y consulta complementario de la "Escuela de Familias" puesta en marcha por la Liga Palentina de la Educación, con la colaboración de la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Palencia (FAPA-Palencia).
En el mismo se podrán seguir las actividades que la Escuela vaya programando en los distintos centros públicos de la capital y provincia, así como debatir y consultar sobre los temas que en las distintas sesiones de trabajo se traten.
Igualmente se podrán realizar consultas sobre la problemática que presentan nuestros hijos en las distintas edades por las que pasan durante su periodo formativo.
Si eres poco experto en esto de los blogs, lee en la columna de la derecha el apartado "Si entras por primera vez ...."; te puede ser útil.


lunes, 21 de noviembre de 2011

¡ME HA VUELTO A PASAR!

¡Me ha vuelto a pasar! Maldita costumbre la de querer tener siempre la razón, imponer reglas y pretender tomar siempre las decisiones. Tengo claro que no he sabido escuchar, que he usado un volumen de voz alto, una mirada desafiante, una postura corporal intimidatoria o dominante, gestos exagerados y fundamentalmente he creado tensión. ¡Me ha vuelto a pasar!

Pilar no ha entendido absolutamente nada. Ha hecho las cosas más o menos bien, y sin embargo, se ha encontrado con malas caras al entrar en casa y con un ¿dónde has estado?, ¿te parece bonito llegar a estas horas?
Ella, que llegaba contenta por haber terminado ese trabajo, ha pegado un portazo y se ha encerrado en su habitación. “No pienso salir hasta que no me pida disculpas”, piensa. Aunque, según va pasando el tiempo y el cabreo inicial desvaneciéndose, intenta poner orden en su cabeza y recrea la situación. “Vale. He llegado tarde. Pero el acuerdo era que, si pasaba algo especial, avisaba y ya está. Y he avisado. Llamé por teléfono y dejé un mensaje en el contestador diciendo que me quedaba un rato más en casa de María. ¿Dónde está el problema? ¡Si estaba estudiando!”
En esos momentos suenan unos golpes suaves en la puerta. Soy yo, su padre, que le pregunto si puedo pasar. Pilar me ha dicho que sí sin levantar la cabeza. Está enfadada y no quiere disimularlo.

-Pilar, no te enfades conmigo e intenta comprenderme- le digo- Hoy he tenido un mal día. ¿Qué te parece si tú y yo nos ponemos a hacer la cena y no tenemos en cuenta esto que ha pasado?
Pilar ha asentido con la cabeza mientras se levanta de un salto de la cama y cogiéndome de la mano dice:- papá, te ha vuelto a pasar. ¡Qué desconfiado eres!

Teniendo en cuenta la desconfianza que existe en las relaciones con los hijos y unido a la angustia que sienten por lo que les pueda suceder a sus retoños, algunos padres no dudan en recurrir a todo tipo de estrategias para asegurarse de que los hijos no terminarán en malos pasos. Así pues, no es de extrañar que episodios como el vivido anteriormente, revisar la habitación y los útiles personales de los hijos, leer sus mensajes telefónicos, el correo electrónico e incluso contratar detectives privados para realizar seguimientos cada vez que los adolescentes salen, sean prácticas más comunes de lo que creemos.
Frente a este fenómeno, es necesario tener presente que lo que puede ser interpretado como un instinto natural y comprensible de proteger lo que más queremos, de igual manera puede terminar destruyendo la comunicación y la confianza entre padres e hijos.
Comunicarnos y dialogar parecen cosas sencillas ya que las hacemos continuamente. Sin embargo qué difícil resulta comunicarse bien. Todos nosotros buscamos ser escuchados, comprendidos, ser tenidos en cuenta en definitiva. La comunicación humana es la base de nuestra autoestima y de nuestros vínculos afectivos. La confianza es el gran pilar básico que sustenta la comunicación familiar, sin la uno no se da la otra. Sin embargo hoy en día nadie confía en nadie, ni los padres en los hijos ni los hijos en los padres. Todos desconfiamos de la labor de los demás. Desconfiamos en las escuelas para enseñar a nuestros hijos, desconfiamos del sistema de salud para tratar nuestras enfermedades o prevenirlas; desconfiamos de la justicia que no nos parece nada justa y se basa en unas leyes que, en su mayoría, no creemos, etc.
Las consecuencias de la desconfianza en los hijos pueden ser muy peligrosas ya que nos introducen en el juego llamado del “te pillé” haciéndonos estar continuamente a la defensiva con ellos. Es habitual entonces que veamos problemas donde no les haya, incluso que les creemos sin ningún sentido.
Quizás nos ocurra en nuestra relación con nuestros hijos como a aquella señora que vivía a la orilla de un río y se quejaba a la policía de que unos jovenzuelos se bañan desnudos delante de su casa. El inspector mandó a un subalterno que dijera a los chicos que no se bañaran delante de la casa, sino río arriba donde ya no hay casas. Al cabo de unos días, la dama llamó de nuevo por teléfono: los jóvenes nadan todavía al alcance de la vista. El policía vuelve y los manda más arriba. Unos días después, la señora indignada acude otra vez al inspector y se queja: «Desde la ventana del desván todavía puedo verlos con unos prismáticos».
Uno puede preguntarse: ¿Qué hará la dama, cuando finalmente ya no pueda ver a los chicos desde su casa?

Como sabemos, los conflictos, los desencuentros, son inevitables pero dependen de cómo nos comuniquemos, estos se agravarán o nos permitirán aprender. Para que haya una buena comunicación entre los miembros de una familia es necesaria una confianza mutua. Confiar implica entregarse a otro, para lo que es fundamental sentirse acogido, respetado y seguro de que ese alguien podrá ayudarlo en cualquier situación. Según Marcelo Paci, psicólogo clínico infanto-juvenil, la confianza no surge de un minuto a otro sino que se construye día a día.

El otro día en la mesa a la hora de comer, Pilar me comentó:
- Papá ¿qué hay que hacer para confiar en las personas? ¿Aprenderé yo algún día a no enfadarme tan rápido y preguntar antes qué es lo que pasa?

Creedme que un rayito de esperanza y de confianza ha recorrido lo más profundo de mi alma.

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